Las buenas ideas nos conectan
Sólo pasaron un par de días para que la propuesta de Luis gestara su primer cliente. Él había comenzado a trabajar en ideograma en enero de este mismo año. Ahí el trabajo se divide en dos sectores o equipos; los seniors, quienes se encargan de la labor de ventas y mantienen contacto directo con el cliente, y los juniors, área a la que pertenece Luis en donde colabora con otras personas y sus tareas varían. A él le ha tocado estar al tanto de cuestiones como crear los copys para folders hasta realizar análisis completos de modelos de negocios.
Instalada en la ciudad de la eterna primavera, los proyectos en Ideograma suelen manejar un presupuesto de medio millón de pesos, como mínimo. Por mucho tiempo, habían gozado de abundantes proyectos a lo largo del año que mantenían un estado financiero presumible, pero la situación cambió en cuanto los dos pilares de la empresa se mudaron de ciudad a comienzos del verano, y de hecho, uno de ellos tuvo que volver de Barcelona apenas unos meses después, con el objetivo de regresar el negocio a flote.
Recorte de personal, síntoma del mal momento por el que atravesaban, un foco rojo para Luis. Uno puede pensar que la ausencia de nuevos clientes estaba relacionada con los altos estándares económicos a lo que Ideograma estaba acostumbrada, al menos esa fue la suposición que cruzó su mente. Daba inicio el mes de octubre y de su mente también brotó la idea de implementar proyectos de presupuesto menor que apuntaran hacia emprendedores e ideas jóvenes, los cuales se manejarían exclusivamente por los juniors.
Pese a ser un tanto tímido, la tarde del martes 3 de octubre, Luis entró a la oficina de su jefe con la intención de que su propuesta fuera escuchada. La reacción fue buena, el único inconveniente que su jefe veía en dicha propopuesta era el tiempo que tardaría poner esta idea en marcha. Tomando en cuenta que la adherencia de nuevos clientes, el cual no es un proceso que se logra de la noche a la mañana.
Las hojas marrones de los árboles empezaban a caer, cuando Roberto, un joven con una gran visión para los negocios, visitó las instalaciones de Ideograma luego de haber coincidido con Juan Carlos, uno de los ejecutivos de la empresa, en una conferencia sobre negocios digitales en el Tec de Monterrey. Había tenido una muy buena impresión de la marca, lo que lo orilló a buscarlos para emprender un concepto que fue construyéndose a base de casualidades asentadas a su favor.
El primer empleo de Roberto fue más que demandante, pero a fin de cuentas, el punto de partida de una historia que se sitúa muy lejos de donde él hubiera imaginado. Trabajaba en Unilever, continúo hasta graduarse en agosto del 2012, producto del agotamiento que le había generado. Eso sí, su ideal siempre fue el de formar una familia y hacerse de un negocio que él mismo pudiera manejar.
Se empezaba a sentir el frío de invierno, cuando su amigo Julio lo invitó a unirse a su equipo de trabajo en una empresa zapatera que tenía como objetivo posicionarse en las mayores tiendas de retail en el país. La función de Roberto era la de armar el manejo de inventarios para luego presentarlo al cliente. Para marzo del 2013, la empresa había logrado un convenio con Liverpool. Sus productos eran exhibidos en almacenes a lo largo y ancho de la república. De manera un tanto trágica, trece meses después reciben una llamada de Liverpool para notificarles que la venta de sus zapatos no ha tenido el desempeño que ambos esperaban, anunciando la probabilidad de que su convenio terminara más temprano que tarde, sin embargo resaltaron la claridad con la que presentaban su información mes con mes, tanto, que para mayo del 2014, Roberto se encontraba desempeñando la misma labor que en la zapatería, solo que ahora directamente con Liverpool.
Seguía realizando los informes con la misma pulcritud, eso ocasionó que lo recomendaran con otros grandes corporativos como Mabe, Calvin Klein, ALSEA, entre otros. Se había convertido en un agente que trabajaba con más y más empresas importantes y por lo mismo formó un equipo de trabajo que le permitiera agilizar los procesos y extender su cartera de clientes. Sin darse cuenta, Roberto ya había formado su propia empresa.
A medida que la tecnología avanzó, tuvo que adaptarse a nuevas formas de procesar y presentar los datos. El año pasado, justo cuando las calles comenzaban a llenarse de luces navideñas, adquirió una plataforma digital americana que se destaca por hacer el mismo trabajo que le tomaba semanas en unos cuantos clics, cumplió con certificaciones de dicha plataforma que lo avalan como una de las pocas personas en Latinoamérica que saben manejarla.
El siguiente y último paso era consolidarse como una marca y posicionarse formalmente en el mercado, sin embargo, el presupuesto requerido estaba lejos del alcance de Roberto, hasta que cruzó caminos con Luis y su idea que se acoplaba perfectamente a lo que él buscaba, aun cuando se trata de un financiamiento de doscientos cincuenta mil pesos, que Roberto se ofreció a pagar en mensualidades, esta relación supone la primera de varias que poco a poco estarán cada vez más cerca de las empresas emergentes. Las buenas ideas, nos conectan y a veces, por casualidad.